“Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas,
o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros”
Del poema "Kabul". Del poeta persa, Saib-e-Tabrizi
“Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas,
o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros”
Del poema "Kabul". Del poeta persa, Saib-e-Tabrizi
Por soleá versaré
en el cariño a la tierra
que un día te vio nacer.
Tierra de siembra y cosecha;
campesino tu alegría
cantas durante la siega.
Rebuscar sueltas espigas,
tiernos granos que cayeron
y los frutos de la viña.
Improvisando un charnaque
pasas la noche al resguardo;
luna en el cielo te abrace.
Sembrador del rojo fruto
que al paladar enamora,
mas no se paga tu impulso.
Si tu esfuerzo no compensa
quiebra el campo y su relevo;
marcha el joven de la tierra.
Sin futuro muere el pueblo,
y hasta los claveles lloran
la herencia de tus abuelos.
Prometieron que su amistad superaría todas las distancias. Viajarían desde cualquier lugar del mundo para reencontrarse y celebrar juntos sus cumpleaños. Era feliz sabiendo que nunca se fallarían el uno al otro.
Ese día llegó. El lugar sería la terminal del aeropuerto de París. Convertido en un eminente científico y ella en una prestigiosa doctora, cumplían su promesa.
Con flores y un regalo escondido esperó impaciente hasta verla aparecer. La amaba y necesitaba decírselo. Ella corrió hacia él fundiéndose en un abrazo.
-Quiero presentarte al amor de mi vida -dijo.
Apretando en su bolsillo la pequeña caja se sintió morir.