Relato escrito a partir del microrrelato de 100 palabras "Pintando sueños", que publiqué en el juego de la Asociación Solidaria Cinco Palabras.
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Andrea estaba entusiasmado con el mural que habían pintado en la pared del patio de su colegio. Sentado en el suelo frente a los dibujos se olvidaba de todo lo demás. Su mente volaba y se imaginaba corriendo por campos repletos de tulipanes de todos los colores, mientras las hadas le miraban curiosas desde la pintura. Al fondo, se abría un inmenso mar de aguas transparentes, que se fundían con el azul del cielo en el horizonte. Las sirenas jugaban alegres y nadaban junto a los delfines, alrededor de un barco pirata fondeado cerca de la playa. Un hermoso galeón de dieciocho metros de eslora y una altura de mástil de diez metros, que Andrea no dudó en bautizar como "La perla negra". Casi podía imaginar al capitán Jack Sparrow caminando por la cubierta, mientras ansioso, consultaba su brújula mágica. La misma que no marca el norte, sino la dirección hacia tus sueños más bellos. En el cielo, un inmenso arcoíris enmarcaba la impresionante nave con sus brillantes colores: Rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Todo parecía dispuesto para zarpar y emprender una nueva singladura, una nueva aventura. Quizá, aquella que marcara la codiciada brújula.
De una esquina del mural apareció un nervioso conejo blanco que clavó su mirada en Andrea. ¡No podía creerlo! Se había escapado del cuento de Alicia. Igual de nervioso que siempre señalaba con insistencia su reloj.
- ¿Qué quieres? Le preguntó Andrea.
- Tienes que darte prisa el barco está apunto de partir. - Contestó bastante preocupado el conejo blanco.
- ¿Hacia dónde va? ¿Tú lo sabes?
- ¡Claro! Su rumbo es justo hacia el otro lado del arcoíris. Allí donde los sueños se hacen realidad.
Andrea pestañeo y se frotó los ojos. Mirando a su alrededor se dio cuenta de que las puertas del colegio estaban abiertas, recibiendo a los padres que venían a recoger a sus hijos. A lo lejos vio entrar a su madre y corrió a su encuentro. Abrazado a sus piernas, suplicó: - Ven conmigo, quiero enseñarte algo maravilloso.
- Siempre dices que quien no lucha por sus sueños es un perdedor, y yo no quiero serlo. Ven, acércate... ¿Oyes sus voces? ¡Mami, son mis sueños! ¿Qué debo hacer?
Su madre observó los dibujos en silencio durante un largo minuto. Después, se volvió hacia su hijo y acariciando con dulzura su rostro, le dijo: - Sí, cariño, los he oído y están esperándote. Nunca les des la espalda pensando que no son para ti, que no los mereces o que no vas a ser capaz de alcanzarlos. Si lo haces, de nuevo el muro se quedará vacío, se diluirán sus colores y jamás volverán. Nunca renuncies a nada antes de haberlo intentado, ¿me oyes? ¡Nunca! Así que, mi amor... ve por ellos.
Una explosión semejante a una supernova lo iluminó todo. Por fin estaba dentro atrapando sus sueños.
Mural pintado en el colegio Peñalara de Collado Villalba