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En el camino...
100 palabras.
De lejos ya le veías el alma rebosante de generosidad; una provocación en los tiempos que corren. ¿Cómo osó salir al exterior, así, tan desnudo, tan exultante y sin ningún miedo? El cielo oscureció anunciando lluvia. Quiso correr para ponerse a cubierto. Pero no podía, el alma le pesaba demasiado. Miró a su alrededor en busca de alguien con quien compartir su don. Vio a la joven y al sujeto que la asaltó. No lo pensó, y puso su alma en medio. Un filo metálico le atravesó y el criminal salió huyendo. No dolió, tan sólo sintió el abrazo agradecido.
100 palabras.
Alicia quiso salir del cuento. Tenía talento, liderazgo y libertad para hacerlo. Con toda la energía de sus piernas dio un salto y..., ¡zass! cayó en otro cuento. Allí la protagonista era una bella durmiente. Se decía que la pasión de un beso de los labios de un apuesto príncipe la despertaría. Alicia pasó de puntillas para no despertarla y privarle de un acontecimiento tan romántico. Desde el extremo del cuento dio otro salto más grande y salió a la vida real. Olía al humo de la pólvora, a plástico quemado y a sangre. La humanidad olvidó los finales felices.
100 palabras.
En homenaje a todas las víctimas de la DANA.
Convoqué a una maratón de limpieza con marido e hijos. Aceptando a regañadientes, al poco tiempo, se escabulleron para la playa. Junto al sofá, sentada en el suelo y vencida por el cansancio me quedé traspuesta.
Unos altavoces alertaban a los bañistas para que salieran del agua. Desde la terraza vi una inmensa mancha de basura flotando en el mar. La radio hablaba de un padre con sus dos hijos engullidos por aquella monstruosa podredumbre. Una sonrisa maléfica asomó a mis labios.
-¡Mamá, despierta! ¿Qué haces en el suelo?
“Suerte han tenido de que sólo haya sido un mal sueño”.
100 palabras.
-Querido lector: Aquí estamos frente a frente. Yo pretendiendo ser el relato que vas a leer y tú, la intriga de reconocerte entre mis líneas. Recuperaré algún sueño, despertaré emoción y también tu miedo. Sí, sobre todo, me interesan tus miedos. Tu sacrificio, oscuridades y secretos inconfesables te los pondré delante y, lo sé, llegarás a odiarme, pero somos parte indivisible de un equipo.
-Es el escritor quien elabora la estrategia, tú sólo eres producto de su invención -apostilló el lector.
-¿Invención? ¿Crees en la suerte? Yo guío la mano que escribe lo que la vida ya dictó con antelación.
100 palabras.
100 palabras.
Si lanzase ese extintor contra la ventana, saldría disparado hacia la calle. Si en ese preciso instante alguien pasara por ahí lo mataría convirtiéndose en un homicida. Si no lo hacía, ese alguien llegaría a su cita con una desconocida, cenarían, y después irían a bailar. Beberían demasiado y terminarían en un hotel hambrientos de sexo. A la mañana siguiente les daría palo mirarse a los ojos. Cada uno recogería su ropa y, sin atarse siquiera el cordón de las zapatillas, escaparían en direcciones opuestas.
Si ese trébol de cuatro hojas funciona, no tocará el extintor salvando dos exiguas vidas.