El espectáculo debía continuar, aunque aquel traje decorado con purpurina, fuera lo suficientemente ridículo como para salir corriendo de allí.
Se fijó en un niño, que le observaba masticando chicle desde su asiento; y aún sintió más vergüenza.
Tenía que correr, y con un impulso atravesar el aro de fuego colocado en medio de la pista. Si se retrasaba, una palabra esdrújula llegaría disimuladamente hasta sus oídos: "¡Estúpido!" Acompañada por un golpe de látigo contra el suelo.
Imaginaba, que una noche de fuerte influencia lunar, se comería a ese tipo.
Lástima que los colmillos del disfraz de león, fueran inofensivos...
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