como hiedra que amarra y enreda el corazón.
Como seductor indiscreto y desatado,
asaltabas los montes de mis indecisiones,
conquistando mis quietudes.
Pude dejarme llevar por tierras ignotas.
Y sentirme invulnerable a la angustia de perderme.
Olvidar mi serena estabilidad,
mi centro seguro y palpable.
Jugarme en una mano la partida entera.
Apostarlo todo...
corazón, Alma y piel a cambio de nada.
Pero oculta y cubierta de musgo,
amilanada y recortada por recatos aprendidos,
ya no daba más de sí.
Cobardía que mide y sopesa,
que calcula y que frena.
Eras mi peligro, mi tentación.
Mi lobo en las noches de luna llena.
Indómito caballo de bellas crines,
que me lleva veloz
conquistando apasionadas locuras.
Y yo retuve las riendas.
Sin extensión posible
cerqué tu trote salvaje y te aparté de mí.
Ya no hay luna,
ni noche que arriesgar ni montes que trepar.
Fuiste lo que quise que fueras,
tan sólo una sombra de lo que pudo ser.
Ahora... solo quedan recuerdos;
también reproches que no me perdono.
Y porque duele...
de mi memoria te tendré que arrancar.
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